domingo, 27 de marzo de 2011

Free Bird

Billy empieza a marcar el camino, una pequeña estructura tan delicada como perfecta, cuando entran los tambores que advierten de lo que está por llegar. Golpes secos, muy marcados, los cuales dejan suficiente espacio para que la suavidad e inocencia de los píos combinen con la fuerza y la contundencia de los parches y los platos.

Empiezan a llegar los elementos, un riff que pasará a la prosperidad y Ronnie cantándole a Duane allá donde esté. Ya están todos jugando, el climax se ha creado, ¡Sálvese quien pueda!... and this bird you cannot change.

Turno para las afiladas guitarras que siguen explicando por qué estamos aquí. Punzantes, eléctricas, absorbentes seis cuerdas que dan paso de nuevo a Billy. Te haces pequeño, te abrazas a ti mismo, un solo de piano que demuestra que sí podemos volar y te preguntas ¿existen los malos pensamientos? Suavidad, sutileza, relax, paz, tantas buenas sensaciones salidas del blanco y negro cuando piensas, el mundo es maravilloso.

Y vuelta a la carga, la batalla final se acerca, vuelven todos los elementos, un tempo que está a punto de explotar, la tensión está llegando al nivel más álgido, agárrense bien... and this bird you cannot change, ¡Booom!

No hay marcha atrás, ya estás dentro. Cierras los puños, aprietas los dientes, te golpean, gritas, has perdido el control, no eres dueño de tu cuerpo. Sufres, pero te gusta. No quieres abrir los ojos porque piensas que ya nada será igual. Una apisonadora de 40 toneladas está arrasando con todo, no quieres que acabe pero llega el final, la banda ya no puede tocar más fuerte y lanza sus últimos cartuchos. Estás agotado, solo puedes levantar los brazos y exclamar: ¡Qué barbaridad!